ANTECEDENTES
La economía naranja es una clasificación que comprende un conjunto de sectores productivos asociados a las artes visuales, a las artes escénicas y a la difusión de las riquezas culturales e históricas de los pueblos. Específicamente, la escultura, la pintura, la fotografía, la música, la artesanía, el diseño, el teatro, la danza, la gastronomía y los festivales tradicionales son muestra de las actividades inmersas en esta rama económica.
De acuerdo al reconocido experto en esta área temática, John Howkins, las “actividades naranjas” representaron 6,1% del Producto interno bruto (PIB) mundial en 2005 y su dinamismo se ha intensificado exponencialmente con el apoyo de la digitalización y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Asimismo, estos sectores se han caracterizado por sus capacidades de resiliencia ante la ocurrencia de eventos exógenos adversos, que le permitieron una recuperación más rápida luego de la crisis financiera global en 2009, y han emergido como una alternativa en los procesos de diversificación económica.
En esencia, estas industrias culturales y creativas tienen una oferta bastante interconectada que funciona en una dinámica de clústeres con fuertes articulaciones productivas capaces de estimular actividades como el turismo, la manufactura, el transporte y el comercio. De igual forma, ofrece grandes oportunidades para el ejercicio y el fortalecimiento de la integración regional, ampliando los vínculos culturales y comerciales a través del intercambio de contenidos creativos.
Sin embargo, para lograr el pleno aprovechamiento de su potencial es necesario avanzar en múltiples aristas de las acciones públicas, con el propósito de construir una sólida red de apoyo focalizado y fomentar la conciencia ciudadana en beneficio de su desempeño. En ese sentido, será fundamental el desarrollo de un sistema de información estadística confiable a través de mapeos, cuentas satélites e indicadores de seguimiento, en aras de conocer su composición, ubicación y aporte real a la economía y al empleo.
En el plano institucional, se requiere la creación de entes e instrumentos legales nacionales y regionales que incentiven y protejan la actividad productiva de este sector. De esta manera, a través de las leyes se pueden garantizar los derechos de propiedad intelectual, impulsar la generación de infraestructura cultural y potenciar la inclusión de los trabajadores en los sistemas de pensiones y de protección social.
Asimismo, a través de los mecanismos jurídicos es posible promover el apoyo financiero de este sector con la estructuración de novedosos instrumentos y la formulación de incentivos fiscales ajustados a sus necesidades.
En el área educativa se ha evidenciado la necesidad de reformular los contenidos programáticos, para incorporar la formación cultural, la formación digital y la educación creativa que acompañarán a las ciencias y a la literatura en el proceso de aprendizaje integral de los alumnos. Así, los estudiantes podrían contar con las capacidades necesarias para emprender un negocio creativo con amplios beneficios individuales y colectivos.
Todo lo expuesto plantea importantes desafíos para el sector público en materia de formulación e implementación de políticas. Las actividades de este sector son transversales a toda la estructura gubernamental, exigiendo por ello un esfuerzo intersectorial, multidisciplinario y en alianza con el sector privado y la academia, para la creación de fórmulas de trabajo conjunto que permitan capitalizar el esfuerzo creativo de estas industrias en el desarrollo regional.