INTERVENCIÓN DEL DR. JORGE GIORDANI, MINISTRO DEL PODER POPULAR DE PLANIFICACIÓN Y FINANZAS DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
Acto de Presentación Oficial del Embajador Roberto Guarnieri como Secretario Permanente del SELA.
Sirva la ocasión para felicitar al Embajador Roberto Guarnieri, por su retorno a la Secretaría Permanente del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), augurándole el mayor de los éxitos en los próximos cuatro años de gestión, y para ratificar el compromiso de nuestro país y de su Presidente, Hugo Chávez Frías, con este organismo regional, que debe y deberá cumplir un papel cada vez más activo en el desarrollo de la vida de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños.
Desde la creación del SELA, a partir del Convenio Constitutivo de Panamá, el 17 de octubre de 1975, mucha agua ha pasado por debajo del puente. Ya rumbo a las cuatro décadas, resulta evidente la necesidad de que este organismo se adapte a las nuevas y complejas realidades de hoy y fortalezca sus capacidades para enfrentar eficazmente, al menos las próximas cuatro décadas por venir. Se trata de tener los píes bien fundados en la tierra, en la realidad, con la mirada puesta en el universo.
Los objetivos iniciales del SELA continúan teniendo plena vigencia, en tanto postulados generales válidos para el contexto latinoamericano y caribeño. Sin embargo, se hace necesario actualizar su visión, lo cual pasa por realizar un análisis acucioso, tanto de las condiciones que imperan en la región como de las relaciones cambiantes que se han producido en el ámbito mundial durante las últimas décadas, particularmente, las cargadas con una filosofía neoliberal y de pleno endiosamiento de los mecanismos del mercado, cuyas propuestas no terminar de cuajar en una verdadera solución a la crisis de apariencia coyuntural, pero más bien de tipo estructural, en que nos encontramos los casi 7.000 millones de seres humanos que habitamos el planeta Tierra.
Si las crisis significan también oportunidades, nos encontramos en los actuales momentos de la segunda década del nuevo siglo, frente a unas de magnitudes inconmensurables.
La financiarización del proceso de acumulación del capital ha venido siendo estudiado desde los momentos en que esta organización, el SELA, tuvo su carta de nacimiento. A mitad de los años setenta, ya se anunciaba la llamada Crisis Fiscal del Estado como parte de lo que se dio en llamar “El Estado del Bienestar”. La política de carácter neoliberal implementada a partir de los años ochenta y noventa dio paso a los procesos de desregulación financiera, de los cuales basta señalar las modificaciones que, a finales del siglo pasado, sufrió la conocida Ley Glass-Steagall, decretada en 1933, como respuesta a la crisis financiera de 1929. En ella se previeron normas orientadas a controlar la especulación, como las que establecían la diferenciación entre el sistema bancario y la Bolsa de Valores. A finales de 1999, bajo la administración Clinton, esta Ley fue derogada y sustituida por la denominada Ley Glamm-Leach-Bliley, la cual removió las barreras entre los sectores integrantes del sistema financiero: los bancos, las firmas aseguradoras y el mercado de valores. Al eliminar la separación entre los diversos ámbitos creados para la administración de los recursos del público se amplió exageradamente la distancia entre la disposición de los capitales y su inversión, lo que trajo como resultado la explosión de la crisis en el año 2008, con el colapso del Lehman Brothers.
La desregulación financiera abrió caminos para la práctica especulativa por parte de las más grandes entidades, cuyo número puede ser contado con los dedos de las manos, las cuales han llegado a controlar cerca de un 90% de los títulos derivados, con un volumen total cercano a los 700 billones de dólares, esto es, varias veces el PIB mundial. Tamaña desproporción se presenta entre quienes dominan el mercado de títulos, para no hablar de las vinculaciones de esas organizaciones con las denominadas “calificadoras de riesgo” que vieron pasar delante de sus ojos a elefantes gigantes sin darse cuenta del tamaño del desaguisado, y parecen evadir el bulto a la hora de asumir responsabilidades.
La mitología del mercado y la utopía capitalista de crear riqueza sin pasar por la fuerza de trabajo, terminó creando ilusiones que concluyeron en lo que observamos dramáticamente en el continente europeo, con consecuencias sociales profundas en la calidad de vida de quienes no encuentran empleo, quienes ven disminuir sus conquistas del Estado del Bienestar y que por décadas verán pasar generaciones perdidas, sin la más mínima esperanza de superar la crisis estructural que experimenta el metabolismo del capital.
¿Cómo salir del laberinto capitalista y de la crisis en curso sin tener que pagar un alto costo social y endosarlo a los más desposeídos? ¿Cuáles son las opciones que se nos presentan a los latinoamericanos y caribeños en la situación actual? ¿Cuál debe la contribución de instituciones como el SELA para superar la profundidad e intensidad de la crisis en el mundo, y en particular en nuestra región? ¿Cómo enfrentar escenarios de crisis de deuda en nuestros países sin la necesidad de someterse a los condicionamientos de los organismos internacionales dominados por los grandes intereses foráneos y transnacionales? ¿Cómo recuperar la base productiva de la región a través del aumento de las relaciones internas propias de países en desarrollo, manteniendo y consolidando los avances que se han tenido con la nueva institucionalidad política regional?
Estas preguntas fundamentales para la vida de nuestra región y del mundo encierran algunos de los grandes desafíos actuales de la humanidad. Esforzarnos constantemente por descifrar sus complejidades, a sabiendas que ello implica liberar el pensamiento y romper viejos paradigmas invalidados por la evidencia histórica, es indispensable si queremos visualizar las oportunidades de crear alternativas que conduzcan a recuperar la esencia de la actividad económica como función de la sociedad y para la sociedad.
El Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe, en su carácter de organismo regional de consulta, cooperación y promoción económica y social, podrá responder a estas exigencias y brindar un mayor apoyo a la toma de decisiones relevantes para nuestros pueblos, en la medida en que avance en un proceso de actualización y fortalecimiento continuo. Hoy podemos decir que esto es viable porque contamos, por una parte, con la voluntad política de todos y cada uno de los países miembros, ampliamente demostrada en los intensos esfuerzos integracionistas adelantados en la región durante los últimos años; y por la otra, con el compromiso efectivo de quienes integran la estructura orgánica de esta institución.
Igualmente, podemos prever que como organización, el SELA enfrentará enormes retos y desafíos. El primero de ellos, sin duda alguna, es el de adoptar una nueva visión, más amplia y realista, que oriente los objetivos a perseguir en los próximos años, induzca a la profundización del análisis de nuestra realidades económicas, sociales, políticas, así como de los factores internos y externos que las determinan; y produzca conclusiones y recomendaciones efectivas, a objeto de crear y aprovechar espacios de oportunidad de desarrollo para la región y de prevenir o corregir los efectos adversos que genera el entorno, especialmente sobre los países y los grupos de población más débiles.
Otro reto fundamental para el SELA es el de aunar esfuerzos con otras instituciones de la región, tales como UNASUR, CELAC, MERCOSUR, conjugar objetivos de cooperación y complementación económica, social, política, cultural, comercial, para imprimir mayor impulso a los procesos y asegurar la coherencia y la integralidad en los resultados que se vayan alcanzando.
De igual manera, este organismo está llamado a evaluar proyectos y proponer estrategias para integrar la región a bloques como el BRICS, con el propósito de fortalecer capacidades y avanzar en la conformación de un mundo multipolar, que apunte a la distribución equitativa de las fuentes y opciones para el desarrollo.
También es de vital importancia la participación del SELA en el diseño implementación y consolidación de una nueva arquitectura financiera en Latinoamérica y El Caribe, que propenda a reducir los desequilibrios monetarios y cambiarios generados por los movimientos internacionales de capital, a corregir el sesgo especulativo de nuestras economías, a disminuir el costo que nos imponen las crisis foráneas, a revindicar el rol de la economía real y la función social del sistema financiero, con el propósito supremo de contribuir a la recuperación de la autonomía económica y mejorar los términos de intercambio de la región con el resto del mundo, condición indispensable para el pleno desarrollo de nuestros pueblos. Por otra parte, en la medida en que se afiance la integración regional y se reconozca la importancia de la región como un espacio de interés prioritario para el resto del mundo, se podrá extender la influencia de esta nueva arquitectura en el escenario internacional.
Tales cometidos, sin duda alguna, proveen estímulos suficientes para imprimir dosis extraordinarias de dinamismo a la gestión que se inicia, lo cual permitirá aprovechar al máximo el gran potencial de la organización, propiciar el logro de victorias tempranas, proyectar la nueva visión institucional, reforzar constantemente el impulso del trabajo, seguir elevando la calidad de sus análisis y la utilidad de sus recomendaciones y posicionar al SELA en el más alto sitial, como órgano de apoyo a los países miembros y actor fundamental en la integración latinoamericana y caribeña.
Caracas, Venezuela, 22 de enero de 2013.