COMERCIO ENTRE BRASIL Y CHINA, UN AVANCE REGRESIVO (ANÁLISIS)
18 febrero 2010
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Publicado por la Agencia Inter Press Service
Río de Janeiro, 18 de febrero (IPS) - China se convirtió en 2009 en el principal mercado de Brasil, por encima de Estados Unidos, en lo que representa un cambio cualitativo para el comercio exterior de esta potencia suramericana, cada vez más dependiente de la venta de materias primas y alimentos.
Como consecuencia de la crisis financiera internacional, Brasil exportó a Estados Unidos el año pasado 42,1 por ciento menos que en 2008.
A China, en cambio, le vendió 23,1 por ciento más, pero en una oferta casi limitada a los productos básicos, encabezados por mineral de hierro y soja.
La caída en el mercado estadounidense es doble, porque afecta principalmente a las manufacturas, que aportan mayor valor agregado y más empleos. Tres cuartas partes de las exportaciones brasileñas a Estados Unidos son productos industriales, mientras que a China solo lo son 24 por ciento.
El intercambio con China es "un retroceso" para este país, opinó José Augusto de Castro, vicepresidente de la Asociación de Comercio Exterior de Brasil (AEB). Cuando se trata de materias primas "el importador decide, controla cantidad y precios", por lo que se genera un "mercado inestable", al contrario de lo que sucede con los bienes manufacturados, explicó.
Además, los productos básicos generan trabajos de pésima calidad, mientras los manufacturados utilizan mano de obra calificada y de mejor nivel salarial, tienen un efecto multiplicador en el empleo al alargar la cadena productiva, y expanden el mercado interno, acotó a IPS.
La industria china también ha penetrado en el mercado de exportación brasileño, favorecida por políticas cambiarias contrapuestas en los dos países, lo que golpea con especial intensidad a los sectores que solo cuentan con capital nacional.
Son estos los que carecen del soporte de sedes en el exterior o de equipos de mercadeo dentro de un conglomerado internacional para ampliar sus exportaciones, observó Castro. Los sectores del calzado, textil y mueble son un ejemplo.
Calzados Bibi, una empresa de Parobé, ciudad del extremo sur de Brasil, especializada en zapatos infantiles, vive ese drama. Las exportaciones representaban una cuarta parte de su facturación en el bienio 2006/2007, mientras que ahora solo significan 15 por ciento, después de dos años "terribles", según su presidente, Marlin Kohlrausch.
La diversificación de sus ventas a más de 65 países no protegieron a Bibi de una sobrevaluación de la moneda brasileña, el real, que en dólares vale hoy casi el doble de hace ocho años. Mientras, China mantuvo su moneda, el yuan, inamovible en relación a la divisa estadounidense.
Un tipo de cambio está "en el punto ideal cuando todos se quejan", incluidos los importadores y los brasileños que viajan al exterior.
Pero "ahora solo los exportadores se están quejando", comentó Kohlrausch, antes de precisar que también son afectados por impuestos excesivos y la precaria infraestructura de Brasil.
La cuestión cambiaria tiene efectos inmediatos, pero no es la causa de fondo del desequilibrio exportador de Brasil. Para resolverlo, se requieren medidas de largo plazo, como una reforma tributaria para evitar que el país siga "exportando impuestos", la reducción de la burocracia y la mejora en la infraestructura, corroboró Castro.
Pero lo cierto es que el yuan, anclado en una subvaluación artificial, molesta a todo el mundo y provoca presiones del mismo Estados Unidos por una apreciación de la moneda china. Brasil ve, en consecuencia, como China le gana en mercados que son tradicionales compradores de sus manufacturas, incluso en América del Sur.
Desde que China ingresó a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, amplió su participación en el mercado estadounidense de 8,6 a 18,8 por ciento, el año pasado, mientras que Brasil solo avanzó de 1,2 a 1,38 por ciento. Y eso porque las exportaciones de petróleo crudo compensaron el retroceso en manufacturas, según un estudio de la brasileña Confederación Nacional de la Industria.
En 2002, las manufacturas representaban 67 por ciento de las ventas brasileñas a Estados Unidos, mientras que el año pasado cayeron a 47 por ciento, según la AEB.
Lo ideal sería que las presiones hagan modificar a China su política de cambio administrado, en conflicto con el cambio flotante de Brasil y de otros muchos países, pero no se puede responder con retaliaciones proteccionistas, porque eso viola las reglas de la OMC, advirtió Sandra Rios, directora del Centro de Estudios de Integración y Desarrollo, en Río de Janeiro.
Pero en su opinión, China no representa "un retroceso". El incremento de las exportaciones de materias primas no fue un plan deliberado, sino una oportunidad abierta por el acelerado crecimiento de esa potencia asiática, que incluso "salvó la balanza comercial brasileña" en los últimos años de recesión mundial, sostuvo a IPS.
Mientras no se corrija el cambio chino, Brasil necesita una política más activa de competitividad, con reducción de la carga tributaria para las exportaciones y promoción comercial en los mercados que adquieren sus manufacturas, como el estadounidense y los latinoamericanos, afirmó.
China "ocupa mercados con políticas agresivas", que provocan reacciones proteccionistas que constituyen una "mala defensa", según la economista Rios.
El Grupo de los 20 países con mayores economías (G-20, que incluye a las naciones más ricas y a un conjunto de potencias emergentes) es, a su juicio, el mejor foro para negociar salidas a esas disputas, acentuadas por la crisis financiera global de 2008, que supuso un traspié en los intentos de reequilibrar los mercados internacionales.
El crecimiento chino no puede materializarse "en desmedro de los empleos en otros países", sentenció.
Pero para Rios los cambios en la política económica de China solo ocurrirán a largo plazo, pese a las presiones internacionales, porque internamente el sector exportador acumuló gran fuerza política y "no renunciará a sus privilegios".
Brasil pierde empleos no solo por la caída de la parte industrializada de sus exportaciones, sino también por la transferencia de fábricas al exterior, que tienen a China como uno de los principales destinos, en otra consecuencia de la sobrevaluada moneda de esta potencia sudamericana.
Río de Janeiro, 18 de febrero (IPS) - China se convirtió en 2009 en el principal mercado de Brasil, por encima de Estados Unidos, en lo que representa un cambio cualitativo para el comercio exterior de esta potencia suramericana, cada vez más dependiente de la venta de materias primas y alimentos.
Como consecuencia de la crisis financiera internacional, Brasil exportó a Estados Unidos el año pasado 42,1 por ciento menos que en 2008.
A China, en cambio, le vendió 23,1 por ciento más, pero en una oferta casi limitada a los productos básicos, encabezados por mineral de hierro y soja.
La caída en el mercado estadounidense es doble, porque afecta principalmente a las manufacturas, que aportan mayor valor agregado y más empleos. Tres cuartas partes de las exportaciones brasileñas a Estados Unidos son productos industriales, mientras que a China solo lo son 24 por ciento.
El intercambio con China es "un retroceso" para este país, opinó José Augusto de Castro, vicepresidente de la Asociación de Comercio Exterior de Brasil (AEB). Cuando se trata de materias primas "el importador decide, controla cantidad y precios", por lo que se genera un "mercado inestable", al contrario de lo que sucede con los bienes manufacturados, explicó.
Además, los productos básicos generan trabajos de pésima calidad, mientras los manufacturados utilizan mano de obra calificada y de mejor nivel salarial, tienen un efecto multiplicador en el empleo al alargar la cadena productiva, y expanden el mercado interno, acotó a IPS.
La industria china también ha penetrado en el mercado de exportación brasileño, favorecida por políticas cambiarias contrapuestas en los dos países, lo que golpea con especial intensidad a los sectores que solo cuentan con capital nacional.
Son estos los que carecen del soporte de sedes en el exterior o de equipos de mercadeo dentro de un conglomerado internacional para ampliar sus exportaciones, observó Castro. Los sectores del calzado, textil y mueble son un ejemplo.
Calzados Bibi, una empresa de Parobé, ciudad del extremo sur de Brasil, especializada en zapatos infantiles, vive ese drama. Las exportaciones representaban una cuarta parte de su facturación en el bienio 2006/2007, mientras que ahora solo significan 15 por ciento, después de dos años "terribles", según su presidente, Marlin Kohlrausch.
La diversificación de sus ventas a más de 65 países no protegieron a Bibi de una sobrevaluación de la moneda brasileña, el real, que en dólares vale hoy casi el doble de hace ocho años. Mientras, China mantuvo su moneda, el yuan, inamovible en relación a la divisa estadounidense.
Un tipo de cambio está "en el punto ideal cuando todos se quejan", incluidos los importadores y los brasileños que viajan al exterior.
Pero "ahora solo los exportadores se están quejando", comentó Kohlrausch, antes de precisar que también son afectados por impuestos excesivos y la precaria infraestructura de Brasil.
La cuestión cambiaria tiene efectos inmediatos, pero no es la causa de fondo del desequilibrio exportador de Brasil. Para resolverlo, se requieren medidas de largo plazo, como una reforma tributaria para evitar que el país siga "exportando impuestos", la reducción de la burocracia y la mejora en la infraestructura, corroboró Castro.
Pero lo cierto es que el yuan, anclado en una subvaluación artificial, molesta a todo el mundo y provoca presiones del mismo Estados Unidos por una apreciación de la moneda china. Brasil ve, en consecuencia, como China le gana en mercados que son tradicionales compradores de sus manufacturas, incluso en América del Sur.
Desde que China ingresó a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, amplió su participación en el mercado estadounidense de 8,6 a 18,8 por ciento, el año pasado, mientras que Brasil solo avanzó de 1,2 a 1,38 por ciento. Y eso porque las exportaciones de petróleo crudo compensaron el retroceso en manufacturas, según un estudio de la brasileña Confederación Nacional de la Industria.
En 2002, las manufacturas representaban 67 por ciento de las ventas brasileñas a Estados Unidos, mientras que el año pasado cayeron a 47 por ciento, según la AEB.
Lo ideal sería que las presiones hagan modificar a China su política de cambio administrado, en conflicto con el cambio flotante de Brasil y de otros muchos países, pero no se puede responder con retaliaciones proteccionistas, porque eso viola las reglas de la OMC, advirtió Sandra Rios, directora del Centro de Estudios de Integración y Desarrollo, en Río de Janeiro.
Pero en su opinión, China no representa "un retroceso". El incremento de las exportaciones de materias primas no fue un plan deliberado, sino una oportunidad abierta por el acelerado crecimiento de esa potencia asiática, que incluso "salvó la balanza comercial brasileña" en los últimos años de recesión mundial, sostuvo a IPS.
Mientras no se corrija el cambio chino, Brasil necesita una política más activa de competitividad, con reducción de la carga tributaria para las exportaciones y promoción comercial en los mercados que adquieren sus manufacturas, como el estadounidense y los latinoamericanos, afirmó.
China "ocupa mercados con políticas agresivas", que provocan reacciones proteccionistas que constituyen una "mala defensa", según la economista Rios.
El Grupo de los 20 países con mayores economías (G-20, que incluye a las naciones más ricas y a un conjunto de potencias emergentes) es, a su juicio, el mejor foro para negociar salidas a esas disputas, acentuadas por la crisis financiera global de 2008, que supuso un traspié en los intentos de reequilibrar los mercados internacionales.
El crecimiento chino no puede materializarse "en desmedro de los empleos en otros países", sentenció.
Pero para Rios los cambios en la política económica de China solo ocurrirán a largo plazo, pese a las presiones internacionales, porque internamente el sector exportador acumuló gran fuerza política y "no renunciará a sus privilegios".
Brasil pierde empleos no solo por la caída de la parte industrializada de sus exportaciones, sino también por la transferencia de fábricas al exterior, que tienen a China como uno de los principales destinos, en otra consecuencia de la sobrevaluada moneda de esta potencia sudamericana.