EL MERCOSUR Y LA IRRUPCIÓN DE CHINA (ANÁLISIS)

14 febrero 2011

Fuente: Publicado por El País, Uruguay

Montevideo, 14 de febrero- De manera silenciosa, pero con paso seguro, China se ha convertido en una clave fundamental para entender algunas de las realidades del Mercosur.

Resulta hoy claro que su demanda sostenida por las exportaciones de la región fue lo que permitió sobrellevar sin muchas dificultades los cimbronazos de la reciente crisis global. A pesar de la caída del nivel de actividad mundial, las ventas hacia ese destino continuaron creciendo. Más aún, en ese lapso dobló la apuesta convirtiéndose en el principal origen de inversión directa extranjera, en particular en su líder indiscutido: Brasil.

Esa dinámica también tuvo implicancias macroeconómicas de índole diversa. Primero, ayudó a la apreciación del tipo de cambio real. A ello, lo acompaña un cambio de la estructura del comercio exterior, sesgándola hacia la exportación de alimentos y recursos naturales. A su vez, promueve un proceso de desindustrialización debido a las dificultades para competir con la producción china en una gama tan variada que va desde la industria liviana hasta segmentos industriales sofisticados como las autopartes automotrices.

De acuerdo a las especificidades de cada uno de los socios, esa realidad impone dificultades en la ejecución de la política económica en áreas tan diversas como las referidas a los intentos de disminuir la apreciación cambiaria, el combate a la inflación y la desregulación económica.

También agrega las voces de quienes se sienten desplazados o perjudicados en ese proceso, lo cual obliga a sus autoridades a hacer advertencias al respecto. Basta recordar que en septiembre pasado, el Ministro Mantega declaró en el ruedo internacional que el mundo estaba al borde de una "guerra de monedas". La Presidenta Rousseff ha dejado deslizar su preocupación por el tema, mostrando que integra con relevancia su agenda.

Sin duda, este será uno de los puntos a discutir en la reunión de este mes del G-20 y con el Presidente Obama en su próxima visita a Brasil el mes próximo. Como adelanto, la semana pasada el Secretario del Tesoro Geithner en San Pablo declaró "… Brasil está presenciando un torrente de entradas de capitales… Estos flujos han sido magnificados por las políticas de otras economías emergentes que están tratando de mantener monedas subvaluadas a través de controles estrictos del tipo de cambio".

En suma, Brasil y por agregación su región aledaña, han entrado de lleno en las disyuntivas que embargan al mundo actual catalizadas por la irrupción masiva de China como potencia económica.

Eso ha envejecido paradigmas, algunos caros a la izquierda tradicional, como los referidos a la profundización de las relaciones Sur-Sur como balance de las relaciones con otros ejes de orientación Sur-Norte. Hoy, Estados Unidos busca en estas latitudes aliados políticos para ayudarlo a resolver problemas comunes, siendo Brasil el candidato ideal. En tanto, su nueva administración lanza guiños complacientes en ese nuevo papel de aliado, mostrando un giro respecto al de la administración anterior. Es una actitud, que por su estatura, moldeará las estrategias de relacionamiento internacional, incluyendo las de los miembros del Mercosur.

Las cifras

Para tener idea de ese impacto reciente en Brasil, basta con decir que en 2010, China aportó a ese país 17.000 millones de dólares, siendo casi el 30 por ciento del total de la inversión directa extranjera recibida. En 2009 su monto fue de apenas 300 millones. Esta fue canalizada a través de empresas de propiedad (en su mayoría del Estado) chinas domiciliadas en jurisdicciones con regímenes fiscales laxos (Luxemburgo). En esta etapa, su destino fue la adquisición de recursos naturales y energía, siendo la adquisición por parte de Sinopec del 40 por ciento de Repsol (US$ 7.100 millones) la transacción más importante. Ese proceso va en consonancia con lo que ocurre en otras naciones latinoamericanas.

Por su lado, China desplazó a Estados Unidos como principal socio comercial de Brasil. Hoy explica el 12,5 por ciento de sus exportaciones, altamente concentradas en materias primas. En 2010, éstas representaron 41 por ciento del total, cuando un año atrás arañaban el 28 por ciento.

Aunque el saldo comercial sigue siendo favorable a Brasil (US$ 5.200 millones), gracias a las materias primas, el saldo del comercio bilateral de bienes finales es altamente deficitario. Las importaciones actuales desde China alcanzan los 23.500 millones de dólares, comparado con los 600 millones de hace menos de una década.

Mirando al futuro

Este panorama, con las especificidades de cada caso puede repetirse en el resto de los socios regionales. Esa dinámica genera cambios estructurales que se esparcen a lo largo y ancho de toda su estructura económica. También obliga a aceptar nuevas realidades, repensar estrategias y actuar en consecuencia.

En el mundo de las realidades, China se ha plantado como la segunda economía del mundo y en fase ascendente. Al menos desde el punto de vista económico, hay una multipolaridad en creación que tendrá también su dimensión política.

Ese país, sin ningún tratado de libre comercio de por medio, ha generado efectos similares a los temidos por quienes se oponían a la concreción de un TLC con Estados Unidos. Hoy la región, por vía directa o indirecta, se especializa en la exportación de materias primas, en tanto importa masivamente bienes terminados de origen chino. De alguna forma, la realidad actual va rotando hacia una chino-dependencia que fue reforzada por la miopía política de auto-segregarse en la búsqueda de acuerdos comerciales de libre comercio con otros destinos importantes, en particular con Estados Unidos. Brasil tuvo su cuota de responsabilidad al movilizar por todas las vías la oposición a ese tipo de acuerdos, temiendo que el mercado regional para sus bienes industriales se redujera. En esa visión, subestimó el impacto de China como competidor de envergadura.

Esa competencia no es ya sólo comercial, sino que en algunos sectores conlleva a la desindustrialización explícita. Dadas las ventajas relativas que ofrece el entorno operativo asiático, o las mayores dificultades del entorno local que se trasunta en mayores costos, hay industrias brasileñas que comenzaron a migrar hacia Asia, replicando el proceso que ya soportaron varios países desarrollados, incluyendo Estados Unidos.

En los hechos no hay historias buenas o malas. Los resultados de cada situación dependen de cuán adecuadamente se interpreten sus claves, se entiendan sus restricciones, y los márgenes para mitigar efectos adversos y potenciar oportunidades.

Aquí nos detenemos para mencionar sólo dos. Como dijimos al comienzo, China se infiltró silenciosamente en el Mercosur -entiendo que para bien de todos- ocasionando en su seno efectos impensados hace apenas una década. Sería estúpido revertir esa realidad, pensando ahí en medidas de protección discriminatoria u otras de efecto equivalente. Lo que se trata es de diversificar, en lo posible, el portafolio de orígenes y destinos del comercio externo regional. En un mundo que continuará presenciando una subvaluación de la moneda china y, por ende, un abaratamiento de sus importaciones, el antídoto es acceder a otros mercados establecidos o con potencial de crecimiento. Los TLC o formas equivalentes -incluyendo con Estados Unidos- son la forma idónea.

Lo otro tiene que ver con el perfeccionamiento del marco operativo de las actividades productivas. Salvo aquellas actividades condicionadas por un tema de localización, como la agropecuaria o la extracción de recursos naturales, todo lo otro es cada vez más movible. Eso indica que las etapas subsiguientes de su manufactura se ejecutarán donde se ofrecen mejores condiciones en su sentido más amplio. Además del clima de negocios adecuado, imperio de la ley, reina como categoría suprema el costo laboral corregido por productividad. Y ahí entramos de lleno una vez más en la importancia de la educación, como instrumento de generar empleo calificado que permita desarrollar actividades con alto valor agregado.