EL TRATADO COMERCIAL CON COLOMBIA ES CLAVE PARA EL CRECIMIENTO DE EE.UU. (ARTÍCULO DE OPINIÓN)

05 abril 2011

Fuente: Por Max Baucus, presidente del Comité de Finanzas del Senado de EE.UU. y John Kerry, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado<p/> Publicado por The Wall Street Journal, EEUU

Washington, 5 de abril (WSJ)- El Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Colombia no es una cuestión política de índole partidaria. Es un acuerdo que está en el interés de nuestras políticas económica y exterior nacionales. Después que las dos partes rápidamente concluyan las actuales negociaciones para resolver cuestiones pendientes, será hora de que el Congreso de EE.UU. impulse el acuerdo sin mayores demoras.

Seamos claros: el comercio es crucial para la innovación y el crecimiento económico de EE.UU. Puede expandir las oportunidades para trabajadores y emprendedores, tanto en el país como en el exterior.

Colombia es un ejemplo por excelencia. La Comisión de Comercio Internacional de EE.UU. calcula que el Acuerdo de Libre Comercio con Colombia, o TLC, aumentará las exportaciones de EE.UU. en más de US$1.000 millones al año. Para los agricultores y trabajadores cuyos empleos estas exportaciones ayudarían a sostener, eso es mucho más que una estadística. Para ayudar a que nuestra economía siga recuperándose, deberíamos unirnos en torno de una agenda comercial que incluya la aprobación de este TLC y la extensión.

Colombia es un importante socio comercial para los agricultores, las empresas y los trabajadores estadounidenses. No obstante, nuestros exportadores enfrentan una desventaja porque Colombia mantiene aranceles para los productos estadounidenses en tanto los productos colombianos tienen acceso prácticamente completo a los mercados de EE.UU.

Los agricultores estadounidenses encaran un arancel promedio de aproximadamente 30% en Colombia. Los fabricantes estadounidenses enfrentan una tasa arancelaria efectiva de 14%. Y casi 90% de estos fabricantes son las empresas pequeñas y medianas con las cuales contamos para crear empleos y seguir impulsando nuestra economía. El TLC con Colombia eliminará impuestos para las exportaciones de EE.UU. y creará condiciones parejas para todos.

Pero si no actuamos, seguiremos cediendo terreno. En los últimos dos años, la participación de EE.UU. en las importaciones colombianas de maíz, trigo y soya cayó más de 60%. Argentina ha sobrepasado a EE.UU. como el mayor proveedor de productos agropecuarios de Colombia. China ha triplicado su cuota en el mercado colombiano y ahora es el segundo mayor socio comercial del país sudamericano. Y Colombia está firmando acuerdos comerciales con países de Europa, Asia y América que ponen en aún mayor desventaja a los exportadores de EE.UU. Cada día en que no actuamos cuesta a los estadounidenses empleos y ventas, y los envía a otras partes.

Aprobar el TLC también es bueno para la política exterior estadounidense. Cementará una larga relación con un socio estratégico en Sudamérica. Con las lecciones aprendidas tras nuestra colaboración de 10 años y US$8.000 millones del Plan Colombia, Bogotá está proveyendo ayuda antinarcóticos en México y entrenamiento a policías y funcionarios judiciales mexicanos.

No es un secreto que las preocupaciones sobre la violencia y los derechos laborales son las mayores razones por las cuales el acuerdo con Colombia se ha estancado. Estas son preocupaciones que compartimos, y nos alienta el progreso de Colombia. La Organización Internacional del Trabajo ha borrado a Colombia de la lista de países que no cumplen con pautas laborales internacionales. Elogiamos el compromiso del presidente Juan Manuel Santos de compensar a las víctimas de la violencia y devolver tierras confiscadas a agricultores pobres. Y aplaudimos los esfuerzos por reducir los homicidios de sindicalistas, que Colombia informa han caído en casi 90% desde 2002. Estos son pasos significativos.

Que no haya dudas: el asesinato de incluso un sindicalista es inaceptable. El TLC impulsará aún más el progreso de Colombia al proveer claras protecciones para los derechos laborales fundamentales. Y tales protecciones serán totalmente aplicables. De hecho, el TLC de EE.UU.-Colombia tiene cláusulas laborales mucho más firmes que los acuerdos comerciales que Colombia ha firmado con cualquier otro país, incluido Canadá. También creemos que los colombianos quieren reducir aún más la violencia, y usando nuestra energía y esfuerzos colectivos, lo haremos.

Al margen de nuestras negociaciones sobre el TLC y el comercio, alentamos a Colombia a continuar sus esfuerzos para promover la justicia y la reconciliación nacional investigando y procesando los abusos de derechos humanos. Y la investigación de abusos pasados de la agencia de inteligencia presidencial debería continuar.

Además del TLC, debemos adoptar otras medidas para fortalecer nuestra economía aquí, en EE.UU., incluso renovando la Asistencia de Ajuste Comercial, que venció en febrero. La AAC ayuda a nuestra economía en el corto plazo al proveer ayuda a los trabajadores estadounidenses en industrias afectadas por el comercio global. Y ayuda a evitar despidos al contribuir a que compañías perjudicadas por el comercio se modernicen y se vuelvan más competitivas.

La AAC también paga dividendos en el largo plazo porque retiene trabajadores para la economía del siglo XXI, facultando a los trabajadores a inscribirse en establecimientos de enseñanza terciaria o a obtener un título de bachiller en campos profesionales en expansión como el cuidado de la salud y sectores económicos de vanguardia como la manufactura de alta tecnología. Para decirlo sin vueltas, la AAC vuelve a dar trabajo a gente en los estados de Massachusetts, Montana y en todo el país.

Hay apoyo en ambos partidos para la AAC y para el Tratado de Libre Comercio con Colombia. Pero no conseguiremos los empleos y las oportunidades que el acuerdo con Colombia y la AAC tienen el potencial de crear si Washington no actúa. Necesitamos restaurar un consenso bipartidista ampliamente compartido sobre el comercio. No podemos hacerlo si no tratamos a nuestros amigos en el hemisferio con el respeto que se merecen como vecinos y aliados, o si ignoramos las necesidades de trabajadores estadounidenses que se están adaptando a una economía cada vez más global. Es hora de que el Congreso -y EE.UU.- vuelvan al juego.


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