LA AGENDA DEL COMERCIO EXTERIOR DEL SIGLO XXI Y LA CAPACITACIÓN PYME
24 octubre 2014
Fuente: Publicado por MercosurABC.com.ar, Argentina<p/> Por Félix Peña
Fuente: Publicado por MercosurABC.com.ar, Argentina<p/> Por Félix Peña
Buenos Aires, 24 de octubre de 2014.- A la hora de definir o actualizar los programas de capacitación de recursos humanos, las cuestiones privilegiadas, son las que resultan del fuerte aumento de consumidores urbanos con ingresos y pautas de consumo de las clases medias; de los encadenamientos productivos transnacionales de alcance regional y global, y de ámbitos comerciales preferenciales.
Como señaláramos en otras oportunidades, a la hora de formar especialistas en comercio internacional que aspiren a tener éxito en sus respectivas carreras profesionales, es importante tener en cuenta algunas cuestiones que más incidencia podrán tener en la elaboración y desarrollo de estrategias para la inserción en el mundo de las empresas que operan en el país, especialmente las pymes, sostiene Félix Peña en su newsletter de octubre de 2014.
Son cuestiones que, por su relevancia y por los múltiples desdoblamientos a que pueden dar lugar, deben tenerse en cuenta a la hora de definir o actualizar los programas de capacitación de recursos humanos, especialmente de aquellos que ya hayan adquirido en el plano académico o en la práctica, un buen conocimiento de por qué y cómo se producen bienes, o se prestan servicios con un alcance transnacional.
En esta ocasión, nos concentraremos en tres cuestiones que hemos mencionado en otras oportunidades y que son las que merecen atención especial por sobresalir en la agenda del comercio exterior del siglo XXI. Si bien sus raíces penetran en la historia larga, no siempre han tenido la vigencia o, al menos, la incidencia que las que han adquirido en los últimos tiempos y que, probablemente preservarán por los próximos años. Tampoco son las únicas cuestiones relevantes a tener en cuenta. Otras se refieren, por ejemplo, a la relación entre el comercio internacional y la protección del medio ambiente, como también con la protección del conocimiento.
Las tres cuestiones privilegiadas en esta oportunidad, son las que resultan del fuerte aumento del número de consumidores urbanos, especialmente aquellos con ingresos y pautas de consumo propios de las clases medias; del marcado desarrollo de encadenamientos productivos transnacionales de alcance regional y también global, y de la proliferación de ámbitos comerciales preferenciales, incluso algunos resultantes de mega-acuerdos inter-regionales.
Son cuestiones que se potencian por los cambios profundos que está experimentando la competencia económica global, como consecuencia –entre otros factores- de los desplazamientos del poder relativo entre las naciones, de la emergencia de nuevos protagonistas relevantes, y del colapso de distancias físicas y culturales.
La primera cuestión se refiere a cómo llegar a los consumidores urbanos, muchos de ellos con ingresos económicos de clase media, que en números crecientes caracterizan ya no sólo a los países desarrollados, pero cada vez más a países que tienen fuerte capacidad para incidir en el crecimiento de la economía mundial. Ello implica llegar, especialmente con productos finales diferenciados, a las distintas modalidades de bocas de expendio a las que los consumidores urbanos acceden para abastecerse. Pero implica, asimismo, estar en condiciones de tornarlos atractivos y adaptados a múltiples, y muy diversas realidades culturales que caracterizan las distintas regiones del mundo.
Arif Naqvi nos recuerda que, conforme a las tendencias actuales, hacia el año 2025 los consumidores urbanos alcanzarán los 4.500 millones de personas. Y hacia el 2050 el 70% de la población mundial vivirá en ciudades. De allí el título de un interesante artículo suyo: “Cities, not countries, are the key to tomorrow’s economies” (Ciudades, no países, son la llave para las economías del futuro).
En el espacio sudamericano se ha estimado que en los próximos años 50 ciudades tendrán más de un millón de habitantes (la mitad en Brasil) y muchos de ellos con ingresos económicos de clase media (la clase C en Brasil). Ello recuerda a la visión inspirada en los planteamientos estratégicos de Eliezer Batista, que se tuvo en los comienzos del MERCOSUR, por la que se lo concebía como una red de grandes ciudades localizadas en sus países miembros originales, pero también en Chile.
En tal perspectiva la calidad de la conexión entre las respectivas ciudades y sus zonas de influencia, pasa a tener un valor económico fundamental. Y ella se refiere no sólo a la infraestructura física, pero también a los servicios de transporte y de logística, y a las medidas orientadas a mejorar la facilitación del comercio, empezando por la calidad de las aduanas y por la preparación de quienes intervienen en los trámites respectivos.
Un comercio internacional orientado a consumidores urbanos, implica conocer bien sus gustos y preferencias y, en particular, familiarizarse con las correas transmisoras que conducen a bocas de expendio urbanas. Serán ellos, cada vez más, consumidores informados sobre sus opciones y, en particular, exigentes con respecto a la calidad de los bienes que se les ofrecen –incluyendo sobre todo la calidad sanitaria en los alimentos- y sobre la consistencia de métodos de producción y de distribución con los requerimientos, que serán crecientes, de una adecuada protección del medio ambiente.
La segunda cuestión se refiere a cómo se articulan a escala transnacional, los procesos productivos y los canales de acceso al consumidor urbano, de aquellos bienes y servicios que ellos demandarán en el futuro. Ello lleva a valorizar el conocimiento preciso sobre las múltiples modalidades de cadenas de valor de alcance global y regional, a través de las cuáles se generarán y distribuirán, bienes y servicios valorados por consumidores a veces muy distantes y, sobre todo, muy diversos en sus gustos, valores y costumbres.
En especial, torna la cuestión del escalamiento hacia los eslabones con mayor valor agregado en los respectivos encadenamientos productivos, en algo de importancia para empresas que aspiran a agregar el mayor valor intelectual posible al producto que llegará finalmente al consumidor. Cómo escalar en el ámbito de un encadenamiento productivo será una cuestión de creciente valor práctico para pymes que se internacionalizan. Al respecto, en su último informe sobre el “Panorama Internacional de América Latina y el Caribe”, la CEPAL vuelve a efectuar aportes valiosos sobre la importancia de los encadenamientos productivos, incluyendo su relación con las estrategias de industrialización y de integración regional en América Latina (ver la referencia al informe de la CEPAL, en la Sección “Lecturas recomendadas” de este Newsletter).
Y la tercera cuestión se refiere a la proliferación de acuerdos comerciales preferenciales. Son múltiples sus denominaciones, modalidades y alcances. Pero cualquiera que sea su denominación, es difícil señalar que existan modelos únicos. Pueden ser bilaterales –tal el caso de las redes de acuerdos preferenciales que han celebrado países de la región con terceros países, sea de la propia región o de otras regiones), regionales (el MERCOSUR y la Alianza del Pacífico son ejemplos actuales) e inter-regionales (los más publicitados hoy son los que se negocian entre grupos de países de distintas regiones, tales como el Trans-Pacific Partnership y el Trans-Atlantic Trade and Investment Partnership, aún cuando sus efectivos contenidos y fechas de conclusión siguen siendo aún inciertos). Y también pueden ser muy distintos sus contenidos reales y materias y sectores incluidos.
Tales acuerdos son siempre discriminatorios, aún cuando se celebren en el marco de las normas vigentes de la OMC. Cómo discriminan a los bienes, y eventuales servicios e inversiones que no provengan de países miembros, es algo que puede ser difícil de entender en la práctica. Muchas veces los efectos discriminatorios resultan de la “letra fina” de los acuerdos y, en particular, de los alcances de las reglas de origen. Por ello, también puede ser relevante para un especialista en comercio internacional, estar en condiciones de asesorar a una pyme sobre cómo aprovechar acuerdos preferenciales celebrados por terceros países, aun cuando el país propio no sea miembro.
Las tres cuestiones mencionadas en esta oportunidad, presentan elementos comunes a tener presente a la hora de definir contenidos y metodologías de formación de especialistas que sean aptos para orientar a las pymes en sus procesos de internacionalización. Tales elementos comunes se refieren, a reconocer la inexistencia de modelos únicos sobre cómo acceder a consumidores urbanos distantes y diversos culturalmente, o sobre cómo escalar en una cadena de valor, o sobre cómo aprovechar un acuerdo comercial preferencial; a valorar la experiencia práctica como indispensable complemento de la formación académica, y a usar la imaginación y la creatividad a la hora de encarar los problemas prácticos que puedan presentarse en la vida real.
y tratar de entender y de apreciar las diferencias con el propio país, parecería ser una de las principales recomendaciones para quienes se capacitan a fin de guiar y de orientar empresas en su proyección al mundo. Facilitar tales experiencias y brindar dirección académica y práctica, parecería ser una función de las instituciones que capacitan especialistas en comercio internacional que, a su vez, podría ser más eficaz si se articula con instituciones de promoción del comercio y con el sector empresario. Es, en efecto, una tarea que puede enriquecerse en el ámbito de redes de cooperación entre los sectores público, empresario y académico de varios países de la región. La idea del “triángulo” productivo que instalara en su momento el Ingeniero Jorge Sábato, profundo conocedor de la región y de su potencial, podría ser funcional a una iniciativa con tal alcance.
Son cuestiones, por lo demás, que se prestan a mucha interacción entre quienes procuran especializarse en la apasionante tarea de orientar a las pymes que aspiran internacionalizarse y, a la vez, a facilitar la elaboración y desarrollo de sus estrategias. El compartir experiencias parece ser algo muy recomendable. Tal interacción puede ser más fructífera si se combinan actividades académicas con prácticas profesionales a través de redes de programas de alcance transnacional que se desarrollen, por ejemplo, entre países latinoamericanos y eventualmente incluyendo países de otras regiones como podrían ser, al menos en una etapa inicial, China e India, y algunos de la Unión Europea.
Si bien con contenidos diferentes, la región latinoamericana podría capitalizar la rica experiencia adquirida por Europa con su programa Erasmus, considerado como uno de los pilares más exitosos de la construcción europea Y, más en particular, tal capitalización podría enriquecerse si se la combina con una variante reciente de ese programa titulada “Erasmus para jóvenes empresarios y emprendedores”.