RUSIA-AMERICA LATINA: OCHO REALIDADES QUE EXPLICAN EL INCREMENTO DE LA RELACION
Fuente: Marco Trade News
Alberto Hutschenreuter | 22 Octubre del 2015. Una de las "nuevas realidades" que podemos observar en América Latina en relación con el segmento comercio-económico es el incremento de la relación con la Federación Rusa.
Es cierto que dicho relacionamiento registra marcadas diferencias cuando comparamos el intercambio entre Rusia y los países latinoamericanos de mayor viabilidad y desarrollo relativo. En este sentido, Brasil, México, Argentina y Venezuela concentran la mayor parte del comercio con aquel país.
También es verdad que si comparamos la relación con otras potencias emergentes, particularmente con China, el intercambio entre Rusia y América Latina es significativamente inferior. Pero sabemos que desde hace 35 años el país asiático no sólo crece a tasas inigualables, sino que hasta hoy ese crecimiento estuvo asociado a una neta visión geo comercial, a diferencia del enfoque geo comercial y geopolítico que guía el despliegue chino global actual.
Si bien varias de las siguientes realidades pueden incluir también a China, existen algunas especificidades que acaso "desmarcan" la relación entre Rusia y América Latina.
En primer lugar, el fin de la era de las esferas de influencia o bloques geoestratégicos no ha dado lugar a un ciclo de nuevos bloques, esta vez de naturaleza comercial, hipótesis que cuando finalizó la Guerra Fría (e incluso desde antes) prácticamente nadie cuestionaba. En otros términos, pueden existir bloques en estado de mayor o menor integración o complementación, pero resulta indudable que el mundo no marchó hacia una configuración en base a bloques geoeconómicos, y sí lo hizo hacia un mundo en clave de mercado, es decir, el mundo es el mercado y el mercado es el mundo.
Segundo, aunque no existe una nueva Guerra Fría, Rusia viene reparándose frente a la política de poder que Occidente mantiene ante ella desde el final del conflicto bipolar. En este cuadro, la ampliación de vínculos (comerciales y no sólo comerciales) con otros países, particularmente con aquellos tradicionalmente pertenecientes a la órbita de influencia de Washington, es una oportunidad que Moscú no deja de aprovechar.
Tercero, las "leyes" de la geopolítica permanecen inmutables; más allá de la falsa moda que la denostó y hasta decretó su "fin", la geopolítica no está de regreso porque, sencillamente, nunca se fue: la captación de espacios con fines asociados al incremento del poder nacional (otro término repudiado) es un hecho concluyente.
La frase de Ratzel "Si un país no ocupa sus espacios otros lo harán por él", no sólo implica lo que ello literalmente significa, sino también ganancia de espacios en clave comercio-económica a escala local, regional y global. En otras palabras, pudo haberse modificado el recipiente más no el viejo contenido de la materia.
Cuarto, Estados Unidos carece de una concepción de seguridad netamente comercial como lo fue la "Doctrina Clinton", cuyo fin consistió en derribar barreras comerciales o proteccionistas por doquier con el fin, entre otros, de disminuir la tasa de desempleo e índice de pobreza nacional. Por cuestiones de seguridad estratégica militar, Estados Unidos ha "des-economizado" su política exterior, lo que no quiere significar que haya dejado de liderar el segmento comercio económico global (en América Latina continúa siendo el principal actor en dicho segmento).
Quinto, Rusia aspira a convertirse en un actor multivectorial, es decir, seguir un modelo "no soviético" y cumplir un mayor papel en todos los segmentos de podér nacional, no sólo en el estratégico militar como lo hacía la ex Unión Soviética. El ingreso de Rusia a la Organización Mundial de Comercio (OMC) hace pocos años fue un paso en dicha dirección.
Sexto, América Latina o parte de ella está liberando energía económica, es decir, avanza en la apertura de frentes económicos diversos y novedosos: recursos, iniciativas espaciales, energías diversas, agroindustria, etc., proceso que necesariamente implica asociaciones con otros actores.
Séptimo, a diferencia de los años noventa, no existe hoy una globalización ideológica. Existe globalización a secas, es decir, relacionamiento internacional y mundial sin restricciones en base a regímenes políticos y concepciones económicas diferentes.
En otros términos, la globalización de antes o "punto 1", como la denominan a la que predominó en los noventa, se basaba en lo que se distinguió como "TINA" (There is not alternative): para los países "no había opciones" si querían disfrutar de los beneficios de la globalización; debían abrir sus economías, privatizar, desnacionalizar recursos, realizar cambios políticos, etc. Había que hacer concesiones. En cambio, en este ciclo de "globalización.2" no parece haber demasiadas restricciones. Hasta antes de la crisis de Ucrania el intercambio comercial entre la "democrática Europa" y la "autocrática Rusia" era muy elevado; asimismo, el comercio entre Estados Unidos y China es enorme.
Por último, la volatilidad del precio de las materias primas empuja a los países a diversificar productos para el intercambio comercial, algo que puede corroborarse a través de los acuerdos firmados y comprometidos entre los países de América Latina y Rusia durante los últimos años, por caso, en materia de transporte, energía nuclear, sector aeroespacial, armas y equipos, recursos naturales, emprendimientos biotecnológicos, etc.
En suma, existe una pluralidad de realidades que nos ayudan a comprender no solo el relacionamiento entre Rusia y América Latina, sino otros relacionamientos. Con Rusia podemos distinguir ciertas especificidades que acaso configuran un patrón que se diferencia de otros.