Vinicio Chanto es un costarricense sub-35 creador de Slidebean, una startup que amenaza la hegemonía de PowerPoint, ofreciendo un producto con mayores funcionalidades. Chanto, que ha cobrado reconocimiento mundial, es uno de los tantos protagonistas de uno de los ecosistemas latinoamericanos –en este caso el de San José de Costa Rica– que se van gestando en diferentes grados y con diversos actores en las ciudades más importantes de la región.
Chanto, y decenas de ejemplos como el suyo, llevaron a AméricaEconomía a analizar los ecosistemas de innovación de las ciudades latinoamericanas buscando destacar sus particularidades. Se trata de innovación a secas. Esa que es disruptiva, que genera grandes ventajas competitivas y que es capaz de crear una economía del conocimiento, porque la usan en forma de ciencia o tecnología. La lista de las diez ciudades resulta de una investigación nuestra previa, en la que lamentablemente, tal y como pasa en Silicon Valley, casi no encontramos mujeres. El porqué de ello será motivo de una historia aparte en nuestra próxima edición.
Los gigantes urbanos de la lista son São Paulo y Ciudad de México. Se trata de las cabezas de los países más grandes de la región, donde lo difícil fue seleccionar qué mostrar de un universo diverso de iniciativas. Si bien São Paulo concentró casi cuatro veces más venture capital que Ciudad de México entre 2011 y 2015, según datos de la Asociación Latinoamericana de Private Equity y Venture Capital (Lavca), determinamos que la capital mexicana es El Dorado para las startups regionales. Esto ocurre porque el dato recoge la época de oro brasileña, que es muy distinta a la era actual, y porque no es fácil entrar a Brasil, como nos dieron cuenta de manera sistemática casi todas las startups uruguayas y argentinas que lo han intentado. Por su parte, São Paulo aparece como un inmenso animal omnívoro hambriento en el que hay de todo, para todos, en Brasil y fuera de Brasil.
Buenos Aires, Santiago de Chile y Bogotá. Tres grandes capitales de países medianos, que combinan mercados internos no despreciables, pero no suficientes como para atender estrategias plenamente hacia adentro. Cada cual con una historicidad marcada. Buenos Aires viene de un desastre político y social reciente, pero también cuenta con décadas de construcción de un acervo educacional y cultural que no solo lo mantiene a flote, sino que creó los cimientos para la aparición de una generación que ronda los 40, que emprendió hace 20 años y hoy lidera el mundo corporativo y financiero, ligado a la innovación en el Cono Sur. El caso de Bogotá es parecido, pero su tragedia fue mayor debido a la guerra interna, por lo que la capital colombiana se observa como rezagada en el proceso, aunque con todas las condiciones para avanzar aceleradamente.
Santiago, por su parte, no tuvo los desastres de sus vecinas, pero tampoco ha logrado crear un conjunto de grandes compañías de base tecnológica, ni su mundo corporativo vibra al son del conocimiento, aunque tiene en portafolio varias apuestas interesantes que empiezan a germinar, cocinadas muchas de ellas en la quizá más famosa aceleradora estatal del mundo: Start-Up Chile.
Guadalajara, Florianópolis y Medellín. Esta triada está conformada por ciudades no de cabecera en sus países, por lo que tienen doble mérito. Por ello, y porque han logrado configurar ecosistemas de innovación más cohesionados y especializados. Todas destacan por liderazgos políticos locales fuertes y consistentes, que dan cuenta de procesos de descentralización potentes y de consensos importantes entre los mundos académico, público y privado. Medellín es un ejemplo de resiliencia que busca su nueva prosperidad como antes hizo para erradicar la violencia y la segregación social. Florianópolis es un caso de perfecta adaptación a las oportunidades que ofrece el Planeta Brasil, lo que le valió ser representado antes que Río de Janeiro, Belo Horizonte, Recife o Porto Alegre, ciudades en las que hay importantes apuestas de innovación. Y Guadalajara es un caso espectacular de creación de capacidades más allá de las expectativas, a la sazón de un proceso de internacionalización que demuestra lo que puede hacer un acuerdo de libre comercio y la amistad entre los pueblos. Esta característica nos hizo inclinarnos por la capital de Jalisco, y no por Monterrey, que también tiene sus méritos.
Finalmente, San José de Costa Rica y Montevideo muestran lo que es posible hacer si eres pequeño. Dos casos que combinan decisiones bien tomadas décadas atrás y comunidades que han sabido construir ventajas competitivas en espacios que combinan competencia y colaboración, a la vez que implican siempre procesos de internacionalización. La diferencia entre ambas es que mientras los uruguayos cuentan, al igual que los argentinos, con dos generaciones de innovadores, los costarricenses van en la primera, que es muy joven, pero también muy prometedora.
En las siguientes páginas podrá conocer estos diez ecosistemas y sus particularidades. Estamos seguros de que se sorprenderá.
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